Cuando comer es un infierno by Espido Freire

Cuando comer es un infierno by Espido Freire

autor:Espido Freire [Freire, Espido]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
ISBN: 8466310487
publicado: 2001-12-31T16:00:00+00:00


El tratamiento. Tengo solución.

RAZONES PARA PASAR HAMBRE:

—Porque puedo.

—Porque quiero.

—Porque si puedo lograr esto, puedo lograr cualquier cosa.

—Por toda la gente que me rodea que se morirá de envidia al verme.

—Porque me hace sentir renovada cada día.

—Porque no pienso parar.

—Porque siempre he querido ser así.

—Porque no tengo tiempo que perder.

—Porque es mi vida.

—Porque lo he elegido.

—Porque tengo la suficiente fuerza de voluntad.

—Porque estoy demasiado delgada, estoy jodida, y no pienso comer. Y ésta soy yo, y me adoro, de modo que ¿qué pasa?

(Encontrado en una página web pro anorexia, otoño 2001)

No sabíamos por dónde empezar. Que yo supiera, era el primer miembro de mi familia y de mis amigos que iba a un psicólogo, y aunque hacía mucho tiempo que deseaba hacerlo, no tenía ni idea de qué debía esperar de él, ni de cómo encontrar uno de confianza.

Decidimos acudir al médico de cabecera, con quien siempre me había llevado bien. Cuando mi madre comenzó a explicar el problema, él la interrumpió y quiso saber de mi boca qué me ocurría.

—Creo que tengo bulimia.

Movió la cabeza.

—No soy amigo de poner etiquetas tan pronto. ¿Qué es lo que haces?

Se lo expliqué sin entrar en muchos detalles.

—¿Condiciona tu vida normal? ¿Piensas en ello constantemente? ¿Te quedas en casa en lugar de salir con tus amigos? ¿Condiciona tus relaciones con los chicos?

Yo asentí. Me dio vergüenza que mencionara mis posibles relaciones con chicos delante de mi madre. Él dijo que debía acudir a un psiquiatra, y que no quería enviarme con este problema al centro público de salud mental. Le dedicaban poco tiempo a cada paciente, y no quería que se alargara innecesariamente mi situación. Además, añadió, acudían alcohólicos y gente con trastornos mentales severos, y no creía que eso me hiciera ningún bien.

—No es agradable —me dijo—, porque te sentirás vulnerable, y tendrás que contar cosas que te avergüenzan. Y es largo, y es caro. Pero eres muy joven, y yo siempre apuesto porque la gente joven puede recuperarse.

Preguntó a mi madre si teníamos medios para financiar un tratamiento privado, y nos facilitó el teléfono de varios psiquiatras. Mi madre insistía en el término «psicólogo» y lo hizo durante mucho tiempo. Le parecía que así suavizaba la realidad de que yo estaba enferma. Era obvio que se sentía incómoda pidiendo ayuda en ese campo, y que quería aferrarse a que mi situación no revestía gravedad.

—No tiene fuerza de voluntad para nada —se quejó, justo antes de salir—. Ni para estudiar, ni para adelgazar, ni para alejarse de la comida, ni para dejar de sentirse deprimida.

—Una persona no está enferma por falta de voluntad —contestó el médico, y en los últimos cuatro años aquellas fueron las primeras palabras que realmente me animaban—. Una persona no es alcohólica por falta de voluntad, ni se deprime por falta de voluntad. Cuando alguien está tan deprimido como lo está tu hija, hace falta precisamente mucha falta de voluntad para continuar vivo.

Yo nunca les había comentado a mis padres que la idea del suicidio había rondado mi mente muy a menudo en los últimos meses.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.